ELOGIO DEL OLVIDO
Llegó una vez un alma ante el Creador y dijo:
_Señor, quiero hace mucho volver a mi ropaje
de carne vulnerable y emprender otro viaje
por las tierras del mundo… Extraño el regocijo
de todos los deleites que tuvo en el pasado
mi ser de carne y hueso, mi barro de criatura.
Quiero otra vez mi forma, mi cuerpo, mi estatura;
quiero sentir mi sangre, amar y ser amada.
Dios observó al espíritu. Quizá su sentimiento
fuede benevolencia frente a la rebeldía,
pues dijo dulcemente:_”Hace mucho que sabía
cuál era tu deseo. El alma es como el viento
que ignora cuándo nace, y va sin saber dónde.
Quieres vivir de nuevo; pero ¿es que aquí no vives?
El alto soplo eterno que junto a mí recibes
es la dicha perfecta; ya nada se te esconde,
ya nada se te niega. En esta paz fecunda
ya todo fue pensado y para siempre escrito.
Esto es el fin, lo inmenso, lo infinito.
No hay alba como esta alba, ni noche más profunda.
Lo celeste resume toda historia posible.
Puesto que yo hice el mundo, mi palabra es precisa.
No me pidas que vuelva a encender tu ceniza.
Quédate siendo alma y vive aquí apacible.
No dejes este reino maravilloso. Piensa
que entre todos los bienes, el más apetecido,
el que más anhelabas era, antaño, el olvido.
Pues yo te dí el olvido. Tuya ha sido la inmensa
delicia de olvidar…” El alma que escuchaba
el divino consejo, se estremeció y mirando
hacia un punto remoto, dijo, casi llorando:
_Señor: de la delicia de olvidar me olvidaba.
Perdóname la queja. Me siento arrepentida.
Y luego, silenciosa, en medio de la calma
de aquel paraje etéreo, Dios advirtió que el alma
buscaba entre las sombras una imagen perdida.
REGALÉ MI VIDA !!!!!
Porque has logrado que yo sueñe despierta,
toma: te regalo el cielo.
Porque sé que no voy a despertar,
toma: te regalo el mar.
Y como aturdirte es lo que quiero,
toma: te regalo el viento.
Y por si del aire gustas la frescura,
oma: quédate la lluvia.
Además, te lego para que las guardes,
estas lindas llaves.
Mira, la redonda, es la de la puerta
del corazón que no espera.
La que sigue, la de bronce, es la que abre
las delicias de la tarde.
La pequeña, de paletón como gancho,
abre las puertas del llanto.
Y esta otra, con adornos de arabescos,
es del cofre de los besos.
Tuyo es el manojo: cuélgalo en las horas.
Yo, las he probado a todas.
Y de veras fue una historia cada llave.
No tengo más para darte.
Te he dado el cielo, el mar, el viento y la lluvia.
¿ Mi vida? … Fue siempre tuya.